
En esta fiestas del Orgullo hemos paseado, como no, por Chueca y Malasaña y hemos comido en El Mandil de Maravillas, en la Calle Colón, comprobando que han cambiado cosas desde nuestra última visita.
Primero el nombre, al que han añadido el antiguo apelativo del barrio en el que se enclava, en homenaje al barrio que le ha hecho su bar cuando sencillamente era «El Mandil».
En segundo lugar su propuesta de pinchos, porque la clientela pide dejarse tentar por sus creaciones y se impone una propuesta nueva cada mes, ofreciendo variedad, creación y sabor.
Pero en el Mandil de Maravillas hay muchas cosas que también se mantienen, como su ambiente de neotasca donde nada más entrar nos sentimos cómodos, su gran barra donde degustar en pareja, en grupo, o dejarnos tentar en solitario, o su acogedor comedor para comer a la carta o de menú del día.

Los nuevos pinchos son – como antes- creados al momento y con los ingredientes de siempre que tanto nos gustan, y nos trasportan a la mejor tradición del pincho vasco, que bien conoce su responsable, oriundo de esta tierra.
También, como antes, podemos disfrutar del menú del día o comer a la carta, todo con propuestas ricas y a precios más que razonables.
No todo es vasco en el local, y en su carta encontramos propuestas de el sur, de la huerta, carne excelente y hamburguesas ¡cómo no! Es por esta variedad y esta cocina sencilla y tan nuestra que no paran de entrar clientes que, por el modo en que saludan, se comprueba que son fijos.
Aunque a nosotros también nos encantan sus cazuelitas, este día nos apetecía probar sus pinchos y nos decidimos en primer lugar por una ensalada del Jerte para acompañar, que entra casi sin darte cuenta.

Y después, dos novedades que nos encantaron, el pincho de gambas rebozadas y el de chocofrito con cebolla caramelizada y ajoaceite ¡una combinación deliciosa!

Para compartir pedimos los huevos rotos con gambas al ajillo, diferentes y riquísimos.

Y, por fin, algo de carne para variar. Nos decidimos por el pincho de presa, jugosísima, y con una salsa muy buena, aunque la verdad sea dicha, ya estábamos un poco llenos, pero nos educaron para no dejarnos nada en el plato y luego ya se sabe que pasa lo que pasa.

El postre no sé qué tiene que apetece siempre, y en El Mandil de Maravillas nos tientan con las galletas Oreo con yogur helado y chocolate blanco ¡cómo decir que no! Si eres de los súper fans del dulce, puedes cerrar la comida con el «Orgasmo de sabores» ¡ pregunta y verás!, y aunque nos parecía adecuado para el fin del semana del orgullo nuestro estómago estaba más que satisfecho con el postre para compartir, quizá a la próxima.
Está claro que El Mandil de Maravillas se ha convertido en la tasca del barrio, frecuentada por habituales y acogedora para los que lo visitamos esporádicamente. Un lugar donde recalar a cualquier hora, con con su TV para ver los eventos mientras tomamos cañas y compartimos cazuelitas, y su barra para quedar a tomar pinchos o en plan afterwork. Hay sitio para todos y en cada momento nos acompaña una cocina de sabores muy nuestros.
¡Hasta la próxima!