C/ Velázquez, 54
Tlf. 91 781 49 69

Con textos de @monicamuychic
Desde que lo visitáramos a los pocos días de abrir en Madrid, auguramos a La Maruca el típico éxito sin precedentes por el que, en tiempo récord, la noticia de su apertura correría como la pólvora para convertirse a los pocos días en un lugar de referencia al que ir en Madrid si se trata de conjugar la calidad en la comida con un local de moda al que ir a dejarse ver. Y ha sido así.
En pleno Barrio de Salamanca y donde estuviera el desafortunado “Frontón” encuentra ahora escenario este restaurante con nombre de playa santaderina, y que es hermano del conocido «Cañadío», en una nueva apuesta del santanderino Paco Quirós. Decorado en plan chic, presenta espacios diferenciados pero integrados con gracia y modernidad en lo que ahora parece que se demanda como imperativo en un local con pretensiones: maderas claras, altas mesas de picoteo en la entrada, un acogedor rincón con chimenea para el café y las copas… Y, cómo no, también cuenta con un amplio restaurante en el piso inferior, con un cierto aire neoyorkino por la mezcla del cristal y el hierro, pero sin dejar de notarse en todo momento el toque cántabro en los detalles.


Otros platos interesantes son el pulpo a la plancha con puré de manzana, con una original combinación de sabores, y el cordero deshuesado al horno como toque carnívoro para romper con la tradición marinera. Como guinda, una sensacional carta de postres que incluyen el hojaldre de Torrelavega, el pastel de chocolate, y la famosa tarta de limón. Ni siquiera hay que ser goloso para que te apetezcan y sucumbir a la tentación!
Junto a una carta de vinos de precios moderados, visitar La Maruca va a resultar siempre un acierto rotundo. Cocina y la calidad se dan la mano a unos precios imbatibles. ¡El plato más caro cuesta 13,50€! Y, encima, es uno de los locales más «in» del momento. ¿A qué esperas para reservar?
¡Qué buena pinta!! Con lo que me gustan las rabas!! Y además me considero casi cántabra de adopción: no me lo voy a perder!
Súper buena pinta, la verdad